Por Christian Solera.
(Director de Diseño)
El diseño es una profesión carente de reflexión, en palabras de Norberto Chávez “constituye un hacer carente de teoría, una praxis sin conocimientos: se hace, pero no se sabe a ciencia cierta qué se hace”
La reflexión es algo que difícilmente tiene lugar en nuestra disciplina, aunque ésta debería ser una de sus actividades fundamentales, tal vez, debido a su carácter objetual y predominantemente práctico, se ha dejado de lado la reflexión. Al decir objetual, hacemos énfasis al concepto actual de la disciplina del diseño la cual es ampliamente apoyada por el sistema educativo, en donde todas las materias tienen como resultado un producto sea físico o digital, a propósito de lo anterior tenemos el punto de vista de Jorge Frascara “Tipografía, cartel, imagen corporativa, fotografía, computación, ilustración, son sólo medios, pretextos, elementos del lenguaje; el buen diseñador se distingue del mal diseñador no sólo por el conocimiento del lenguaje sino, fundamentalmente, por el uso del lenguaje visual. Pues de alguna manera los diseñadores “dibujamos”, no obstante con un objetivo determinado que forma parte de una estrategia de comunicación. Generalmente se relaciona al Diseño Gráfico con las Artes Plásticas (en especial con el dibujo y la pintura), esto mediante un abuso de analogías ya que ambas disciplinas coinciden en la creación de imágenes visuales mediante el dibujo, la estética y creatividad, dentro de esta lógica de pensamiento y discurso, caracterizan al diseño como una disciplina artística lo que origina una gran imprecisión.
Ignorar que el diseño es una práctica ampliamente relacionada con otros campos del saber, ha provocado el establecimiento de una gran cantidad de mitos a su alrededor. Existe una actitud de querer explicar y enseñar el Diseño Gráfico únicamente a partir del diseño mismo y la abstracción. Difícilmente se busca el apoyo de otras materias como la Semiótica o la Retórica por mencionar algunas, y es que no se alcanza a ver que el Diseño Gráfico es un enlace de lenguajes de distinto orden, por un lado tenemos que trabajar con imágenes, y por otro lado con tipografías, colores, texturas, contextos, con la percepción y con el trabajo de interpretación que hace tanto el diseñador como el espectador de esas imágenes, tipografías, colores, texturas etc.
Por el contrario, pareciera existir una tendencia por querer ver al Diseño Gráfico como un problema de “buena o mala comunicación”, en el sentido de que lo que se debe resolver es el mensaje, de hecho se tiende a dejar de lado a un componente muy importante en el proceso de diseño, el receptor que es en última instancia a quien va destinada la información, y a quien tanto la docencia, los diseñadores y en ocasiones, el cliente simplemente ignoran generalmente (en el caso del cliente y los diseñadores) por su búsqueda de expresar un sentir o un punto de vista personal, lo que puede percibirse como si nuestra disciplina endosara nuestro saber al instinto en referencia a esto María Ledesma dice “Pese a las divergencias hay un aspecto que aparece reiteradamente en unas y otras posiciones: la falta de teoría, de una reflexión propia o pertinentemente “apropiada” de ciertas disciplinas afines, la carencia de un aparato crítico, la escasa articulación con otros saberes.
Esta debilidad conceptual sería, para algunos la causa de prácticas ingenuas, o bien de confusiones e indecisiones, en un campo que es visto a menudo como eminentemente decisional”.
Por otro lado, a nivel profesional existe una preocupación constante en el sentido económico, tal es esta preocupación que se olvida, se trivializa o incluso, se pierden de vista muchos principios de diseño que no deberíamos olvidar o bien se tiende a dar importancia solo a los componentes formales en la propuesta de diseño. En referencia a esto María Ledesma explica que “hay un desdén por los instrumentos teóricos que permiten la comprensión analítica del tema y orientan las respuestas eficaces, lo que genera las condiciones para la prolongada postergación del desarrollo teórico de nuestra disciplina”. Dicho esto, la otra realidad del diseño es que se enfrenta a los gustos y necesidades de la figura del cliente a quien, en ocasiones poco le importa el medio más eficaz de entregar su mensaje o la disyuntiva de priorizar entre la estética, la función o la opinión del diseñador. En síntesis, al cliente lo que pida y guste, sin importar lo que en verdad requiera o necesite. Lo grave del caso es que nuestro medio laboral se estructura alrededor de esta premisa y la asume como las demandas del mercado que deben ser satisfechas por quien esté disponible.
En el ámbito docente existe también otra realidad que incide en el ámbito profesional de nuestra disciplina, los profesores tienen una tendencia, a conformarse únicamente con el resultado, cosa que deja de lado o interfiere negativamente en el proceso creativo del alumno. De esta manera surgen
trabajos académicamente adecuados pero que no toman en cuenta la inclusión y desarrollo de factores como quien recibe el mensaje por ejemplo, por otro lado no se trabaja sobre aparatos críticos que permitan soportar las decisiones tomadas en el trabajo desarrollado. Lo anterior genera falsas expectativa de las habilidades propias y las probabilidades de acierto en un mercado cada vez más competitivo. Se podría decir que se trabaja más sobre un enfoque de ensayo y error.
Por otro lado, las observaciones subjetivas generan en el alumno dudas sobre el objetivo de su trabajo el cual muchas veces es calificado en términos de “funciona o no funciona”, pero se obvia explicar en todo caso, por qué es que funciona o no. Se debe dotar al diseñador no solo de las herramientas técnicas que le permitan plasmar su trabajo sino también de las herramientas teóricas que le ayuden defender, argumentar o seguir explorando la solución; lejos (hasta donde sea posible) de comentarios subjetivos. Esto en definitiva ayudará al diseñador a defender y justificar su trabajo además de abrir la posibilidad de analizar si su diseño cumple con los objetivos planteados fuera del mero gusto personal.
Todo lo anterior obviamente ayuda a desarrollar a un diseñador crítico y más consciente de los factores más reflexivos y críticos de su disciplina el cual lo libera de alguna manera “del estigma de la adivinación, del hacer creer o del aspecto glamoroso de diva tan frecuente en el artista” sin embargo hay que ser claros, los profesionales dentro del medio de la publicidad aún deben enfrentarse a este y a como la disciplina se maneja dentro del mismo y como en este ámbito todos pueden (con total propiedad) hablar sobre diseño ya que pareciera que todos tienen los conocimientos y la experiencia para opinar acerca de cualquier objeto de diseño, ponga aquí, quité allá, me gusta más este, etc. Aún hoy día el diseño es una disciplina en la que todos pensamos que tenemos derecho a opinar.